Un día cualquiera, en un hospital cualquiera

Saliente de guardia, de una guardia buena, aceptable, de las que duermes algo, no de esas horribles en las que sales del hospital jurando en arameo, pensando en dejarlo todo e irte a criar caracoles, si no animada, con ganas de hacer cosas, y pensando en situaciones que viví ayer en la guardia, y que mis compañeros me contaron, reflexionando mucho también. 

Me gustaría dar un pequeño grito desde aquí. Es un rincón pequeño y abandonado, seguramente sirva de poco, quizá alguien me lea y reflexione también conmigo. 

Algo está pasando entre los padres y madres. Algo que afecta a tus sobrinos, a tus vecinos, a los compañeros del cole de tu hijo. Algo que yo como madre y pediatra no puedo entender ni dar una explicación coherente. Me repito, reflexionemos un poco. Nos viene encima una buena. Atención: los niños se nos están empoderando. No están ganando. Se están convirtiendo en los reyes, no solo de la casa, también de todas las situaciones cotidianas. Como se dice comúnmente, se están subiendo a la parra. ¿O será que los adultos se están empequeñeciendo?

A esta chica se le acabaron las pocas neuronas ayer a las cinco de la mañana atendiendo niños, pensará alguno ¿porque escribo esto? Por estas situaciones que son diarias en una consulta de cualquier hospital. 

Padres que van a urgencias a las tres de la mañana con el niño bañado en jarabe que acuden para que tu le des el antitérmico porque son incapaces de dárselo.  O de ponerle un supositorio. O de hacerle un lavado nasal.
Padres que te piden que le pongas un inyección de penicilina porque no pueden hacer una pauta completa de 7 días de amoxicilina por causas varias (al niño no le gusta, tiene cole y no puede cumplir las horas, es mas rápido, es más cómodo)
Padres que te piden que ingreses a su niño porque no pueden sobrellevar una diarrea de 4 deposiciones líquidas al día.
Padres que te montan un pollo cuando les dices que no, no pueden traer al niño cada 8 horas al hospital para que una enfermera les ponga el colirio en el ojo porque ellos no pueden ponérselo (y que además otro médico que no eres tú le ha pautado y que por supuesto no traen informe que acredite tal tratamiento)
Chicos de 13 años que se ponen agresivos con el pediatra porque su faringitis no necesita antibiótico, con la madre delante y sin abrir la boca.
Niños estreñidos de manera crónica porque no comen ni una fruta ni verdura que no sea en papilla porque al niño no le gusta.
Madre que le da también la dosis del paracetamol al hijo mayor que aunque no tiene fiebre ni le duele nada, se ha puesto celoso del pequeño (y ya que le doy, le doy la dosis completa, claro) 
Padre que acude para que le cures al niño un rasponcito de nada en la piel porque él no puede ni mirar.  O una rozadura del zapato. 
Chicos que eligen que día se quitan el vendaje porque tienen un partido.
Vecinas que comentan delante tuya, a pesar de las miles de veces que te han oído quejarte de esa situación, que para que esperar a la cita con mi pediatra de mañana, es mejor ir hoy a urgencias para que me vean la fiebre de 2 horas de evolución.

La lista es interminable, como siempre decimos en urgencias, podíamos escribir un libro

REFLEXIONEMOS UN POCO

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